domingo, 11 de marzo de 2012

Evolución del Concepto de Desarrollo


El concepto de desarrollo, interpretado como política pública, ha evolucionado a lo largo del  tiempo, en el marco de contextos cambiantes, como consecuencia del aporte de prestigiosos investigadores. La Primera Declaración Inter-Aliada de 1941 y la Carta del Atlántico, firmada ese mismo año por Roossevelt y Churchil para la reconstrucción del mundo de postguerra, representan los primeros documentos que hacen referencia a este concepto que se consolidaría en la Conferencia de San Francisco, en 1945, dando origen a la Organización de las Naciones Unidas, organización que hace del desarrollo una de sus principales temáticas de reflexión y de estudio (Boisier, 2002; Becerra, 2005). Durante aproximadamente dos décadas, el desarrollo fue interpretado como sinónimo de crecimiento económico medido en términos de Producto Bruto Interno (Becerra, 2005), donde prevalecía el pensamiento modernizador basado en la industrialización y donde los países ricos del Norte eran el ejemplo a seguir (Valcarcel, 2006). Sin embargo, el mero crecimiento demostró no ser suficiente para que sus beneficios alcanzaran a cada miembro de la sociedad, así este enfoque cuantitativo tendrá un cambio profundo a finales de la década del `60, cuando Dudley Seers, inspirado en el pensamiento de Gandhi, plantea que para que exista desarrollo deben darse condiciones que garanticen la realización del potencial humano, sintetizándolas en alimentación, empleo y no discriminación (Seers, 1970, citado en Boisier, 2002), dando origen a líneas de pensamiento que hacen referencia al desarrollo económico y social. Durante los años ´70 surge en América Latina el paradigma de la dependencia como contrapartida al de la modernización, aportando al debate el papel jugado por la historia y la dinámica de las clases sociales, sin considerar al medio ambiente y la cultura, pero abogando por un desarrollo en los marcos nacionales en términos autónomos respecto de los países centrales (Valcarcel, 2006)

Durante la década del 80 el tema central pasa por estudiar las interrelaciones entre modelos y estilos de desarrollo y el creciente e imparable deterioro del medioambiente que pone en juego el futuro de la Tierra, aunque no logra motivar a agentes económicos y políticos para poner en marcha las reformas requeridas (Valcarcel, 2006). Estas posturas tienen fundamentos en varias líneas de pensamiento, algunas con posicionamientos fuertes, ecocéntricos y otras con posicionamientos más débiles o moderados, antropocéntricos (Pierri, 2001) que quedan expresados en el documento Los Límites del Crecimiento publicado por el Club de Roma en 1972 y en la Conferencia sobre el Medio Humano de las Naciones Unidas, la Primera Cumbre de la Tierra, llevada a cabo en Estocolmo ese mismo año, dando origen a un conjunto de nuevas declaraciones que culminarán en 1987 en el Informe Brundtland, Nuestro Futuro Común, elaborado por la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo en el que se formaliza el concepto de desarrollo sostenible, y donde hay un llamado de atención sobre la necesidad de preservar a la naturaleza de la acción antrópica, tanto para las actuales generaciones como para las futuras, incorporando así, a la dimensión espacial, la dimensión temporal.

En la década del ´90 y los primeros años del actual siglo, coexisten varias líneas de pensamiento, que terminan confluyendo, con algunas variantes, en el desarrollo sustentable territorial, regional, descentralizado, local o endógeno, haciendo énfasis en las especificidades de la dimensión espacio-temporal, otorgándole relatividad y perdiendo abstracción, porque es en la localidad con sus relaciones eco-sistémicas, donde el proceso de desarrollo se hace concreto (Becerra, 2005)

Por una parte, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), inspirado en ideas de Amartya Sen, introdujo una nueva acepción y forma de medir el desarrollo a través de un Indice de Desarrollo Humano, basado en la calidad de vida, la longevidad, y el nivel de conocimiento, que ligados al nivel de vida, constituyen una síntesis que conforman el Desarrollo Humano (Boisier, 2002), y  Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn hablan de Desarrollo a Escala Humana, fortaleciendo la dimensión humana y social del proceso de desarrollo.

Por otra parte, posturas neoliberales y pragmáticas marcan las reflexiones y orientaciones sobre el desarrollo en el entorno de financieras internacionales y de gobiernos occidentales, volviendo en algunos aspectos al paradigma modernizador de los 50, donde el crecimiento y la eficiencia económica eran la finalidad del desarrollo, ignorando la heterogeneidad cultural y la diversidad histórica. Aunque estas posturas se encuentran en la actualidad ideológicamente debilitadas (Valcarcel, 2006), han legado un conjunto de herramientas de gestión que evolucionaron sus contenidos ideológicos hacia criterios de desarrollo sustentable, por ejemplo, la planificación estratégica sustentable (Burton, 2006)

Siguiendo la línea ambiental, en 1992 se celebró la Conferencia de la ONU sobre Medio Ambiente y Desarrollo, Segunda Cumbre de la Tierra, llevada a cabo en Río de Janeiro, donde se elaboraron la Agenda 21, el Convenio sobre el Cambio Climático, el Convenio sobre la Diversidad Biológica (Declaración de Río) y la Declaración de Principios relativos a los Bosques. Se difunde el concepto de desarrollo sostenible y se reelabora la definición avanzando hacia la conciliación del progreso económico, la justicia social y la preservación ambiental. En 1993, el documento Hacia un desarrollo sostenible  en el marco del V Programa de Acción en Materia de Medio Ambiente de la Unión Europea, define estrategias y acciones para lograrlo. Se realizan Conferencias de Ciudades Europeas Sostenibles: Aalborg 1994, Lisboa 1996, Hannover 2000 y “Aalborg+10” en 2004, con  elaboración de declaraciones y con el llamamiento a los gobiernos locales para que se unan a la campaña de pueblos y ciudades sostenibles. En 1997, se aprueba el Protocolo de Kioto sobre el Cambio Climático en el marco de las Naciones Unidas. En 2001 la Unión Europea aprueba el VI Programa de Acción mediante el documento Medio Ambiente 2010: el futuro en nuestras manos. En 2002, la Conferencia Mundial sobre Desarrollo Sostenible “Río+10” Cumbre de Johannesburgo, reafirmó al desarrollo sostenible como tema central en la lucha contra la pobreza y la protección del ambiente. En 2004, la Conferencia sobre la Diversidad Biológica concluyó en la Declaración de Kuala Lumpur, calificada de poco satisfactoria por los representantes de los países emergentes. En 2006 se elaboró una Estrategia temática para el medio ambiente urbano como parte del VI Programa de Acción  de la Unión Europea, con el objetivo de contribuir a una mejor calidad de vida mediante un enfoque integrado, centrado en las zonas urbanas y en posibilitar una alta calidad de vida y bienestar social, fomentando un desarrollo urbano sostenible. En 2007, la Cumbre de Bali adecua el Protocolo de Kioto a las necesidades del cambio climático. Más allá de los acuerdos firmados en las reuniones internacionales que se cumplen tarde, mal o nunca, vale mencionar que en paralelo a estas reuniones, organizaciones de la sociedad civil buscan convertirse en un instrumento real de presión de sus gobiernos para que ejecuten las medidas de protección ambiental y cumplan lo acordado en los foros mundiales (Valcarcel, 2006)
Si bien el concepto de desarrollo sigue asociado a la economía, la productividad y la eficiencia, ha incorporado, con un peso relevante, a los sujetos sociales, la equidad, la satisfacción de las necesidades básicas, el respeto a las minorías, la sustentabilidad ambiental, la habitabilidad y más recientemente la valoración del territorio y las localidades. Por lo tanto los indicadores del desarrollo son distintos a los que prevalecieron hasta hace unas décadas. (Valcarcel, 2006).

Así, el concepto de desarrollo ha evolucionado de una visión sectorial de crecimiento económico, a una integral, holística, de calidad de vida humana. De una concepción simple, lineal, a una compleja y eco-sistémica donde se integran los sub-sistemas ecológico, social y económico. De la mono-disciplina como herramienta de estudio, a la inter y transdisciplina. De un sentido de generación del desarrollo de arriba hacia abajo, a un sentido de abajo hacia arriba. De considerar al territorio como un elemento pasivo al servicio del crecimiento económico, a considerarlo un factor activo de desarrollo, especialmente valorable en su escala local (Vázquez, 1995 citado en Becerra, op.cit.; Borja, 1998; Fernández Güell, 1998; Madoery, 1999; Reese,1999; Boisier, op.cit.)

En nuestro país, los municipios han sido, históricamente, los responsables de la organización del territorio, de la provisión de infraestructuras, servicios y equipamientos, situación que en la provincia de Bs As se formalizó con la ley 8912 a partir de 1977. Pero esta actividad fue desarrollada con una visión sectorial, espacialista y funcionalista, orientada a resolver los problemas de cada variable física del territorio sin considerar el potencial que eco-sistémicamente tienen para colaborar en el logro de objetivos superiores de desarrollo. Por otra parte, los modelos y herramientas tradicionales de gestión urbana utilizados, basados en cuestiones meramente normativas, con escasa flexibilidad ante los cambios y con carácter centralizado y excluyente de  los intereses y capacidades de los distintos actores del territorio, han demostrado ser ineficientes para comprender integralmente los procesos territoriales, evitar los estilos fragmentarios de la gestión del desarrollo y lograr una real transformación cualitativa de la realidad urbana (Reese, op.cit.). En la actualidad, factores globales y propios han influido para que la gestión local adquiera una importancia y complejidad que hace 20 años no tenía y para que el rol de los gobiernos municipales pasara de administradores de servicios, a ser gestores/promotores del desarrollo local sustentable. Aún así, de los 2171 municipios que existen en la Argentina, menos de 100 avanzaron en este sentido (Reese, op.cit).

Arq. Fernando Pini





El Calentamiento Global-Omnilife

Guía para el TP

     1.    Arranque del plan estratégico
 
      Enunciar y graficar
  • Delimitación tentativa del área de trabajo en su ecosistema de pertenencia
  • Definición de las grandes problemáticas
  • Definición de Objetivos Generales e Hipótesis de Trabajo
  • Definición de la asunción del liderazgo del proceso.
  • Enunciado de las entidades participantes en el proceso de planificación. 
  1. Caracterización de los modelos de Desarrollo
  • Explicar y graficar los factores condicionantes estructurales de los modelos de desarrollo físico (factores natural, histórico, funcional, locacional y tipología de ocupación del territorio), social y económico del área de trabajo.
  • Identificar los Ejes de Análisis o Temáticos
  1. Análisis Externo
  • Enunciar y Graficar las Oportunidades y Amenazas para cada uno de los ejes temáticos del Área de Trabajo y  realizar una síntesis general 
  1. Análisis Interno
  • Analizar, enunciar y Graficar las Fortalezas y Debilidades para cada uno de los ejes temáticos del Área de Trabajo y realizar una síntesis general
  1. Diagnóstico de posicionamiento 
  • Elaborar un diagnóstico que contemple la articulación del análisis interno y del externo. Utilizar la Matriz DAFO ( o FODA) como herramienta base- Graficar
6.     Formulación de la visión estratégica 
  • Enunciar y fundamentar el Modelo de Desarrollo propuesto para el área de trabajo.
  • Elaborar una memoria explicativa del mismo- Graficar la estructura del modelo propuesto
  1. Desarrollo de Estrategias
  • Enunciar las líneas de actuación propuestas, sus objetivos operativos y sus programas y/o proyectos.
  • Graficar el modelo de desarrollo incluyendo los proyectos propuestos